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                                                     En los tiempos del jefe
                                                     Cuento:Camino a la iglesia



El hecho de que no tenga nombre ni edad, no es una queja a la autora; así debe ser. Las criaturas no deben cuestionar a su creador. Estoy en un lugar donde nadie sabe nada, ni tenemos nada con que identificarnos, pero esto no tiene importancia...
Agradecerle que me haya  dejado "vivir" en este relato que con su permiso transcribiré:

Camino a la Iglesia

 

Puedo escuchar a la vieja desde aquí, sus pasos cortos y titubeantes; la melodía inconfundible de su andar, aquellos inconfesables lustros que pasan sobre mí.

-¡Vieja, estoy aquí!

            Ella no escucha, no sé como explicarle todo lo que pasó. Ella está feliz, aunque nostálgica, pues no sabe de mí; pero aquel, aquel le compró una linda casa cerca de aquí, le dio muchos pesos. He oído que la vieja no sabía contar hasta ahí.

¡Te están comprando, Vieja ¡

            Nunca me va a escuchar, tal vez no quiera escucharme:

"Perdone Vieja que piense así. Hace dos años que estoy aquí, dos años que no sabe nada de mí, pues aquel día salí sin saber que no regresaría; pero Vieja ¿qué le diría a usted…? ¿que era un revolucionario? ¿que luchaba contra ese maldito? Yo sólo salí pal' monte y allá me agarraron, me asechaban, y José, ese hijo de mala madre, ¡Ese calié del diablo…! Allá me agarraron y me llevaron a la cuarenta ¡Ay Vieja,  no quiera usted saber!  Fueron  torturas horribles. A veces pienso que es mejor así, que usted no sepa nada. Usted está bien y piensa que su hijo regresará en cualquier momento, cualquier mañana .Usted sigue con la esperanza mientras ese, ese le ayuda y todo el mundo dice ¡Qué bueno es el jefe! , ¡qué generoso es!

Cuando sé que llora porque en algún momento pierde la fe, porque algo le dice…, su corazón de madre le dice que algo ha pasado, que el jefe prometió buscarme y mientras;le hace regalos y compra su dignidad. Vieja, ¡lo mismo  hace con el pueblo!

            Después de sacarme de la cuarenta me llevaron esposado, con unas cadenas que fácilmente me hacían caer. Todo el camino me daban palos y golpes sólo por gusto, hasta que llegamos a un sitio oscuro que parecía letrina.

El mal olor a sangre y excrementos me hizo vomitar. Me rehusé a entrar y me dieron un culatazo que caí boca abajo en aquella pocilga. Estaba lleno de ratas que me mordían sin parar; después de pasar varias horas allí  me pareció acostumbrarme; como todo en la vida, como la resignación que tiene el pueblo con aquel desalmado, como la que tiene usted, Vieja; siempre de acuerdo con aquel malhechor; que no le dice la verdad, que en vez de darle dinero y casa  no le explica lo que hizo con su hijo. Vieja, ¿No ve que la está comprando, traficando con su silencio, jugando con su alma? ¿No se da cuenta de lo que él quiere? Quiere que me olvide a cambio de riquezas, quiere tapar con su dinero el no poder devolverme. Porque…, porque Vieja, ¡Vieja usted no entiende, usted no entiende que pasa todos los días por aquí! que yo la siento al pasar, que siempre le grito: ¡Vieja, Vieja!

Vieja, estoy aquí hace tanto tiempo, por querer ser libre, por ayudar al pueblo ¡Por la revolución!

            Vieja usted no sabe y es mejor que no sepa, que su hijo, al que tanto ama y espera; yace bajo sus pies en un tumba común, sin lápida ni flores, camino a la iglesia.

 

 

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